Demandas y resistencia del espacio público urbano


Demandas y resistencia del espacio público urbano. Estrategias de (re)apropiación cotidiana en Santiago de Chile
Por Natalia Bohle



El espacio público en la ciudad, se encuentra constituido por una diversidad de figuras dentro del plano urbano: plazas, calles, bandejones viales, espacios arquitectónicos monumentales, incluso, en cierta medida con la definición que les otorgaremos, edificios de gobierno. Y a su vez, de manera sumamente irónica, se encuentran normados por otra gran cantidad de figuras legales que avalan su existencia “pública” como tal.

En segundo lugar, como consideración para tener en cuenta a lo largo del trabajo, apelaremos a una visión antropológica del uso de los espacios públicos, como lugares de manifestación cultural y de práctica social, que se llenan de significado en la colectividad del espacio y el uso cotidiano de los mismos (Scott, 2000) y las reivindicaciones que en ellos se gestan como resistencia a la norma de uso público y crecen si no en oposición, en contraste a la privatización sistemática del libre espacio urbano (Angotti, 2012)

Situamos la contradicción (y el motivo del carácter de resistencia) en el uso del espacio público, en la función que se le otorga y la función que debería suplir (Herce & Magrinyà, 2013), generándose discursos en torno a la utilidad y propósito de plazas, aceras, parques y monumentos (propios de la autoridad) que se oponen al uso cotidiano que soluciona problemas a necesidades particulares de los transeúntes/habitantes de la ciudad, volviendo ciertas prácticas una “re-apropiación”1 o un apoderamiento de lugares y espacios (de Certeau, 1990), que les pertenecía desde un comienzo (González, 2002).

A partir de este desencuentro entre las instituciones y los habitantes de la ciudad, centramos el problema de investigación en el espacio público como lugar de interacciones de conflicto, entre discursos propios de la autoridad y el habitante urbano que transita y ansía la construcción de la ciudad propia. Más allá de la estructuración completa del asunto, nos interesa la materialización del pensamiento de apropiación de la ciudad, como trabaja Scott (2000), pasar de lo “oculto” o privado a lo “público” originando un fenómeno conflictivo de poder con la materialización de la “rebeldía contra-hegemónica” (Gramsci, 1999) a partir de la realidad cotidiana de los ciudadanos.

Otra discusión sobre la que nos voltearemos, es la comprensión del espacio público desde los mismos ocupantes del mismo. La definición académica de “espacio público” es finalmente la que sustenta el discurso de la autoridad, y sus críticas sólo se quedan en el papel y las esferas intelectuales. La percepción del espacio público desde los protagonistas del espacio público, es una cuestión que permite comprender el por qué de las demandas.


Las preguntas de investigación que surgen de este proceso tienen que ver primero con los personajes:
¿Quienes conforman la red de actores del espacio público?,

¿De qué manera utilizan sus recursos para lograr sus objetivos? Y segundo con la relación espacial:

¿Qué entienden los personajes por espacio público? ¿De qué forma se utilizan los diferentes espacios? ¿Qué limitaciones propone cada uno?.

Finalmente, y más cercana a la pregunta central del trabajo: ¿Qué entendemos por re-apropiación?

¿Cuáles son las demandas de espacio a las que da voz la apropiación del espacio público?
Metodología y objetivos

General:
- Relacionar las diferentes estrategias de apropiación cotidiana de los espacios públicos urbanos, y cómo se estructuran las motivaciones individuales en función de las demandas mayores del espacio.

Específicos:

1) Identificar los espacios públicos que registren actividades de re-apropiación en el centro de Santiago junto a los modos y motivos por los cuales son ocupados.

2) Construir un mapa de las relaciones que se gestan entre los personajes que habitan el espacio público.

Recopilar las causas de intervención o re-apropiación del espacio urbano, contrastándolas entre sí, para obtener relatos mayores que apunten a causas colectivas de la vida urbana
La metodología utilizada se divide en dos ítemes, funcionales de acuerdo a las características sobre las cuales hemos planteado el problema de investigación. Primero, observación y registro etnográfico para obtener material desde los sujetos mismos que otorguen un discurso personal y una percepción desde el lugar mismo del suceso; segundo, revisión de fuentes secundarias, que otorguen panoramas a “largo plazo” de los proyectos urbanos en los espacios seleccionados, que conforman de cierta manera el “discurso oficial” de la autoridad de acuerdo al uso del espacio.

Entonces, la elaboración de la observación etnográfica se estructura a partir de los lugares públicos seleccionados:

- Las aceras entre Metro la Moneda y Metro Los Héroes, Paseo Ahumada

- La Plaza de la Ciudadanía, Plaza Brasil y Plaza Ñuñoa
- Parque O’higgins y Parque Inés de Suárez

Los materiales a recoger a partir de estas observaciones son:

-  Relato de los distintos personajes que transitan estos espacios, en función de su percepción/participación de los fenómenos.

- Material gráfico (croquis o fotografías) de la distribución y utilización de los espacios

La revisión de fuentes secundarias, contempla el registro fotográfico, periodístico, audiovisual de otros autores que den cuenta de los diferentes usos del espacio.

- Notas periodísticas, reportajes, crónicas.

- Colecciones fotográficas
- Documentales o filmes
- Entradas de Blog o páginas Web que traten el asunto de manera gráfica.

Definiendo el espacio

Comprenderemos el espacio público como todos los espacios no-privados de la ciudad. Y dentro de estos, incluiremos los espacios privatizados de la ciudad, comprendiendo que ellos son públicos, en el rol que los espacios públicos cumplen en facilitar soluciones a las necesidades sociales de los individuos. Entonces, espacios públicos como las calles, aceras, plazas y parques, tienen sus contrapartes privatizadas, como autopistas concesionadas, condominios cerrados, plazas institucionales[1] y parques cerrados.


El espacio es al lugar lo que se vuelve la palabra al ser articulada, es decir cuando que-da atrapado en la ambigüedad de una realización, transformado en un término pertinente de múltiples convenciones, planteado como el acto de un presente (o de un tiempo), y modificado por las transformaciones debidas a contigüidades sucesivas (de Carteau, 1990). Si bien no trabajaremos el concepto de “lugar”, si contemplaremos la idea de movilidad y maleabilidad que Certeau otorga al espacio. Es en éstos lugares, donde la ciudad se soporta, en el balance entre lo público y lo privado (Herce & Magrinyà, 2013).


Salcedo (2002), realiza el trabajo de encontrar las perspectivas desde donde el espacio público queda definido desde la teoría y los problemas que se generan en el debate. Él mismo reconoce la complejidad del asunto, pero termina por concluir dos cosas que creemos importantes recalcar: La herencia de las corrientes que surgen desde las ideas de Foucault, la dialéctica hegemónica y la historicidad del espacio. Y la reconceptualización que se puede generar de estas corrientes. Además de la premisa que cualquier definición del espacio público, siempre implicará el razonamiento ideológico de quien investigue.


Desde nuestra observación, hemos querido aportar a la definición del espacio público desde las posibilidades que el trabajo etnográfico puede facilitar, es decir, una visión del fenómeno “desde dentro”. Una definición desde los sujetos hacia un espacio del cual son usuarios y “dueños”, aunque las particularidades del sistema les excluya de la propiedad de lo “público”.


La complejidad de las relaciones de poder que se gestan en la configuración de las funciones que se espera de los espacios públicos los definen de acuerdo al lugar, al tiempo y los actores que se encuentren en este escenario de acciones y símbolos. Es entonces que una avenida, cualquier avenida, no podría ser comparada con la Alameda de Santiago, la historia que la constituye como el símbolo principal de la ciudad no puede ser simplemente trasladado o superpuesto en una definición de “avenida”.


Son los espacios públicos donde se juega el pulso de la constitución de la ciudad, pero también en donde se responde a las funciones más básicas de la vida urbana, desde el transporte, socialización, comercio, sanidad, vegetación y comunicación (Herce & Magrinyà, 2013) Así, “los espacios físicos y simbólicos son cruciales para crear ciudadanía, por lo que la gestión de los espacios urbanos colectivos es un área clave de actuación para el desarrollo integral de las ciudades
(Belil & Borja, 2012)


Finalmente, los espacios públicos, tienen una composición diferente, en que la comprensión determinada de los usuarios, tiene los efectos en la utilización y es esta discrepancia entre los usos (en plural) y la función (en singular) la que gatilla gran parte de los problemas entre la autoridad y la ciudadanía. Esto es lo que comprendemos por re-apropiación. El fenómeno de ocupación del espacio, que transgrede las funciones ideadas por el poder para el uso espacio público. Esta transgresión sólo lo es por que hay quien controle el espacio. Y no se basa en las funciones “originales” del espacio público, sino en las que el mercado y las formas de autoridad (que no necesariamente corresponden al Estado) hacen de él según sus intereses.

Descripción del caso de estudio.


En una primera organización de los resultados obtenidos por el método etnográfico, pudimos constatar diversas formas de lo que hemos considerado apropiaciones cotidianas del espacio público urbano, que hemos clasificado como “permanentes”[2] (graffiti, pancartas, “tags”, muralismo, destrucción o transformación del “moviliario urbano”), ambulatorias con motivos de socialización (intervenciones culturales, musicales, reunión de agrupaciones), con motivos políticos (conmemoración de efemérides, movilizaciones con carácter de demanda, reuniones de propaganda, etc.) o con motivos comerciales o privados (vendedores ambulantes sin documentación[3], intervenciones financiadas por privados pero no reguladas por ellos[4]).


Por otro lado, los actores de la interacción urbana reconocidos:

-  Provenientes de la autoridad, cuya función es la de resguardar el espacio público de manifestaciones “inapropiadas” o “no permitidas”, entiéndase principalmente funcionarios de carabineros (en todos los lugares), Guardias de seguridad (en entradas de edificios, parques cerrados, en el Paseo Ahumada (Seguridad Santiago);

-  Neutros o que optan por un espacio en la autoridad o en la apropiación de acuerdo a su conveniencia o gusto: Principalmente transeúntes o gente que se encuentra estacionada en los espacios públicos sin realizar actividades que puedan ser calificadas como de re-apropiación. Éstos personajes, dentro de la jerarquía de poder que se teje dentro del espacio público, pueden ser los demandantes de una situación que les incomode y apelar a la autoridad más cercana, o pueden apoyar/ser parte del proceso de apropiación del espacio, uniéndose a una instancia participativa, comprando a un comerciante ambulante, admirando un mural o incluso, rebelándose contra la autoridad que ejerce su poder sobre un suceso particular.

- Protagonistas de la re-apropiación del espacio, gestores y mentores del proceso, quienes de acuerdo a sus necesidades, recursos y motivaciones elaboran estrategias para el regreso de la ciudad a sus intereses como ciudadanos, reivindicando derechos o modos de uso que no se corresponden con lo que el poder quiere hacer de ellos.

Para comprender con más facilidad, hemos elaborado un cuadro que “mapea” en términos de Certeau (1990) las relaciones de poder bajo el espectro de la autoridad y la re-apropiación del espacio (Ver Fig. 1). Algunos de los ejercicios expuestos, pueden encontrarse en más de un cuadro, dependiendo de la magnitud o intereses que se gesten de él. Un caso curioso, es el las manifestaciones sociales, las cuales, en el último tiempo han pasado por el permanente permiso de la autoridad para su ejecución. Este punto, que fue objeto de numerosas críticas en el período más intenso de las movilizaciones estudiantiles, reivindicaba un uso del espacio público, como es una manifestación social, que estaba siendo violentado por la autoridad (en este caso la intendencia de Santiago). "Vamos a tomar una postura radical, vamos a marchar con o sin permiso, a ir por la Alameda ya que es un derecho que se nos ha arrebatado"[5].


Declaró la vocera de la ACES en 2013, en el marco de las movilizaciones estudiantiles. Aún así, se ha convertido en protocolo, y casi un rito desde el comienzo de este proceso, la presentación por parte de las organizaciones convocantes de la fecha, la negociación del recorrido con la Intendencia y finalmente la autorización pública de la marcha.

+ Autoridad


- Autoridad
Orden  y  seguridad
Utilización c/
Utilización permitida
Utilización no

licencias o
s/ licencias
permitida

reglamento


- Carabineros
- Comerciantes
- Agrupaciones de
- Comercio informal
- PDI
c/autorización
actividades recreativas
ambulante
- Seguridad  Municipal
- Kioscos
- Transeúntes
- Usos violentos o que
- Guardias (recintos
- Uso de espacios
- Intervenciones
transgredan la moral
cerrados)
resguardados (zonas
culturales sin
- Manifestaciones de

de camping, piscinas,
convocatoria masiva
carácter político o

etc.)

social

- Intervenciones

- Actividades que

culturales o de

implique consumo de

convocatoria masivo

alcohol y drogas

- Manifestaciones de

- Destrucción de los

carácter político o

objetos y espacios

social


- Apropiación

+ Apropiación
Fig. 1. Tabla de distribución de actores en la apropiación del espacio público.

El espacio de los despojados

Se suele considerar los jardines públicos y los espacios verdes como favores concedidos los despojados habitantes de las ciudades. Más bien habría que dar la vuelta a la proposición y considerar los parques de las ciudades como lugares despojados a los que hay que conceder artificialmente los favores de la animación. (Choay, 1970).


Si hay un grupo de actividades (y sus respectivos actores) que son pasados por alto y constantemente frecuentan y hacen de lo espacios públicos su día a día es la gente en situación de calle y quienes ejercen actividades de comercio informal ambulante. Su rol en el espacio de las calles y las plazas, principalmente, es cuasi permanente, y perseguido con afán debido a su ilegalidad.


El caso de los vendedores ambulantes en la Alameda y el Paseo Ahumada da para ejemplificar a los diferentes actores y situaciones de poder y apropiación que se pueden dar en un espacio tan pequeño como la acera entre dos calles. Al fin de la jornada laboral, las aceras que rodean los edificios de oficinas, bancos, y galerías se repletan de vendedores de ropa, juguetes, chocolates, chucherías y artículos varios que puedan llamar la atención de los transeúntes. Peruanos, bolivianos, colombianos, chilenos, ancianos, jóvenes e incluso niños se distribuyen a un costado a pregonar su mercancía. “Aquí uno se puede hacer la plata de la semana o perder la de un mes” menciona una mujer mientras se refiere a la fiscalización de Carabineros sobre los vendedores. “Se llevan todo, la última vez perdí 40 lucas [$40.000], me multaron y no me soltaron hasta la tarde”, menciona unos momentos más tarde. En Chile, el comercio en la vía pública está completamente restringido a no ser que se cuente con un permiso de carácter municipal, que en la comuna de Santiago tiene cupos limitados y para ser aprobado se debe demostrar ser vecino de la comuna.


Los vendedores ambulantes reconocen que la venta en la calle es un apoyo a algún otro ingreso, algunos son feriantes, trabajan en casas o estudian. Pero aún así sienten que “ganarse la vida” debería estar protegido al menos, con el uso de los espacios. Los conflictos se generan con otros comerciantes de la vía, los kioscos, quienes ven a los vendedores ambulantes como un estorbo y un crimen. “Nosotros pagamos nuestros impuestos, damos boleta, pagamos permisos ¿y ellos? Deberían sacarlos. Son peligrosos y ladrones” Cuenta una señora en un kiosko del eje Bulnes en el centro de Santiago. “Si siguen llegando nos quitarán todo el trabajo”.


Los transeúntes, quienes son el público que buscan captar, juegan en el vaivén del asunto. Hay tantos compradores como personas que rechazan la saturación del espacio. “Esto es para trajinar, no es lugar para ponerse a vender” “He comprado. Pero se ponen tantos que no dejan caminar”. La vereda se vuelve entonces un espacio en disputa de acuerdo a las funciones que se le solicitan.


Las autoridades no pasan por alto la presencia de éstos personajes, pero tampoco ejercen mucha presión sobre ellos, saben que volverán, y saben que “correrlos” sólo será cosa de unas horas para que vuelvan a ubicarse en otro lugar a vender.


Por otro lado, se encuentran las personas en situación de calle, quienes logran hacer del espacio público un espacio privado para habitar durante los días y las noches. Se les puede ver cargando mantas, sacos de ropa u objetos diversos de su propiedad, se les ve instalados, durmiendo o simplemente sentados en las aceras, rejillas de ventilación, de donde pueden obtener calor, o ubicados en verdaderos “rucos” en las plazas de la ciudad.


Su presencia es pocas veces alterada por externos, se ubican en lugares donde no estorben a nadie, para que no les molesten a ellos. Ni guardias ni carabineros los sacan de sus lugares, a no ser que se hallen en estado de ebriedad o bajo la influencia de drogas, que es cuando se vuelven un objeto “visible” en el paisaje urbano.


Históricamente su presencia ha sido una amenaza a la belleza del paisaje urbano burgués, un conflicto con las ideas de modernidad y desarrollo de la ciudad, pero a la vez, han estado tan permanentemente presentes que de alguna manera, han caído en el olvido. Su apropiación de la ciudad probablemente sea de las más notables, como ya mencionamos, logran hacer del espacio público un “hogar” y convivir en él como si no fuera público en absoluto.

El espacio de la libertad.


Los proyectos modernos del espacio urbano siempre han sido acerca de las capacidades integradoras y democráticas del mismo. Es precisamente bajo esta idea romántica, que los urbanistas post-modernos señalan la muerte del espacio público. Salcedo (2002) una vez más hace un recuento de esta situación y los debates a partir de los cuales se gesta. Nosotros, nos quedamos con la idea del espacio público como un espacio de múltiples usos, de encuentro y participación.

Estas instancias de uso, encuentro y participación no deben ser confundidas o asumidas desde la perspectiva de la autoridad. Es precisamente esa diferencia la que hemos querido destacar poniendo sobre la mesa las actividades de quienes utilizan el espacio público.


El espacio público se presta para la expresión de quien lo requiera. Aunque la violencia a la cual se puede ser victima, es tan real como la posibilidad. El espacio público como espacio de construcción política, identitaria y por qué no, económica. La propaganda, la publicidad, el graffiti, muralismo, dan cuenta de la variedad de voces que bajo el resguardo u ojo vigilante del poder se manifiestan en la ciudad.

La creación y valorización de espacios públicos que fomenten que la ciudadanía se relacione, se conozca, se reconozca y pierda el temor al otro. Los espacios físicos y simbólicos son cruciales para crear ciudadanía, por lo que la gestión de los espacios urbanos colectivos es un área clave de actuación para el desarrollo integral de las ciudades. (Belil & Borja, 2012).


¿En qué momento se decide que hacer política era el argumento y el debate cara a cara? En la época que vivimos, la cantidad de información y los tiempos que se distribuyen en la vida de las personas, el debate político queda reservado para unos pocos. Pero el acto político, como manifestación de un argumento acerca del cómo vivir, los derechos, la identidad, la nación y la comunidad, son un hecho vivo que deja una huella en la ciudad, a lo mejor mucho menos perecedera que las palabras que se puedan decir en un cabildo o una junta de vecinos.


Las paredes de las plazas, de los edificios, hablan por si mismas. “Liberen a los presos políticos mapuche”, “Abajo la yuta”, “El sistema me enferma”. Si bien el atractivo de los colores y las formas del “Street Art” han vuelto las manifestaciones de los muros en un objeto de apreciación estética, no todos ellos están libres de las reclamaciones de derechos y ciudadanía que se hacen visibles para todos quienes pasen por allí. Es un carácter permanente, con un mensaje transversal a las clases sociales, ideologías políticas, edades u orígenes. Las reivindicaciones públicas y políticas en el espacio público están hechas para ser aquello: públicas y accesibles a cualquiera. Incluso se han manifestado en agrupaciones como la “brigada Chacón”, con la instalación de papelógrafos en los muros de la urbe.


Si bien este tipo de “comunicación masiva” no es nueva en las ciudades, es un método completamente ajeno a las funciones hegemónicas de la misma. Por ello, es la constante lucha de las municipalidades bajo el nombre de “oficina de aseo y ornato”, de eliminar dentro de lo posible, la proliferación de estos mensajes.

El espacio de la Hegemonía


Las distintas apropiaciones del espacio no deben entenderse en términos de una competencia entre dos proyectos alternativos, sino como el resultado de interacciones sociales que ocurren en el espacio vivido y que pueden dar lugar a diversos significados y propósitos (Certeau, 1984 en Salcedo, 2002).


Para Gramsci (1970) La hegemonía no contemplaba solamente el ejercicio del poder por parte de la autoridad, sino una legitimación también por parte de los oprimidos. Esta relación de construcción de las prácticas y normas sociales, es muchas veces jugada en la calle.


Volviendo al comienzo de nuestras propuestas. El ejercicio de resistencia que se puede generar en el día a día es finalmente tan válido como una resistencia o revolución a gran escala. Tal como lo plantea Scott (2000) es en las pequeñas fugas en contra del poder central, que las personas configuran de maneras imperceptibles, sus estilos de vida para no sucumbir a la presión de la norma. Éstas situaciones pueden ser tan simples, pero a la vez tan efectivas, que incluso, se logra una evasión de la autoridad en los enclaves públicos que protegen.


Un ejemplo de esto, es el uso de los parques concesionados o parques municipales bajo administración externa - como es el caso del parque Inés de Suárez, en Providencia - Si bien las normas del parque impiden toda actividad que signifique el deterioro del pasto o de la infraestructura, son diversas las formas en que la gente se las arregla para utilizar las áreas verdes, a veces, a costa de discutir con los guardias. Un caso que encontramos, fue el uso de cintas para slackline (equilibrio a baja distancia del suelo), las cuales, según normativa municipal, están prohibidas por la presión que ejercen sobre los árboles causando daños en el tronco - según lo que nos relata un guardia del recinto.


En sí, la actividad es tan llamativa, y congrega la atención de cada persona que pasa, que el encuentro entre el guardia y los equilibristas, sólo se llevó a cabo cuando estaban desarmando la estructura. No podemos decir que no se atreviera a interrumpir la actividad, pero podemos notar, que hay un sentimiento compartido del goce y el derecho del uso de los espacios que el guardia comparte con los jóvenes, siendo incapaz, en su momento, de detenerlos, a pesar de que la autoridad lo dice y lo requiere.


Existen espacios públicos que bajo el alero de la historia y el poder simbólico que cargan, la ruptura o el insulto en estos o a estos espacios, significa una mayor idea de resistencia al poder. Podemos volver al ejemplo de La Alameda y las marchas sociales. O podemos dar ejemplos de pequeños actos, en los que la gente ejecuta, en la apropiación de los espacios, un acto de rebeldía y desaprobación a la autoridad. No es lo mismo rayar el asiento de un parque, que rayar el asta de la bandera que se sitúa frente al Palacio de la Moneda. No es lo mismo firmar o hacer un “tag”, que escribir una denuncia contra la represión gobierno.


El control de los espacios, es lo que finalmente se juega con las acciones. El poder, siempre deseará desde el control y la norma, las declaraciones, administraciones, rejas, guardias y cámaras de seguridad, restringir el uso alternativo del espacio público, con el miedo de la pérdida del poder. Como el juego de la cultura (volviendo a Gramsci), parece ser que el poder está en el control de lo cotidiano.

Conclusiones


El espacio público es un espacio de uso diario, se mueve en una esfera difusa y por ello difícil de asir, desde las particularidades de cada sujeto, hasta las grandes estructuras sociales que se crean entre los habitantes de la ciudad. La ciudad misma, se haya en movimiento, en constante cambio. Lo público es lo continuo, a lo largo del entramado de calles, plazas, parques y monumentos. Su riqueza es su diversidad de formas, funciones y usos.

La definición del espacio público desde los sujetos, nos da una visión mucho más realista que las que se proponen desde el urbanismo, se enriquece, en función de los procesos que se gestan en el día a día, y que significan la constante actualización de las definiciones. Porque el espacio público como lugar de encuentro, invención y es imposible de definir. Si la alteridad se volviese hegemonía, aparecerán nuevas formas alteras a ella, y a su lado, las funciones que se le otorgan al espacio, se volverán a encontrar con los usos que los demás quieran darle de acuerdo a sus propias necesidades.


La comprensión imposible de la ciudad, sólo lo es cuando no somos capaces de ver el tiempo que la transforma y tratamos de homogeneizar el mosaico de pequeñas piezas que la compone. De la misma manera que el ejercicio del poder, la teoría debe dejar de comprender a la ciudad sin el tiempo y sin su gente.


Los espacios de libertad, de hegemonía y de los despojados de todo, se entretejen con los intereses e imaginarios que se tienen de la ciudad y los usos del espacio. La ubicación de estos nodos de interés, poder y posibilidades sobre el mapa urbano, podría, en un futuro, otorgar las posibilidades de convivencia, que los movimientos en pos de os derechos de la ciudad y de la ocupación libre de la misma, pueden necesitar para hacer de la demanda local, una posibilidad replicable según los contextos.

Referencias bibliográficas

Agnotti, T. (2012). El nuevo espacio público de la ciudad de Nueva York ¿Para quién es? In Ciudades, Una Ecuación Imposible. Buenos Aires: Café de las ciudades.

Augé, M. (1992). Los “no lugares”. Espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa.

Belil, M., Borja, J., & Corti (Eds.). (2012). Ciudades, una ecuación imposible. Buenos Aires: Café de las ciudades.

Choay, F. (1970). Urbanismo. Utopias y realidades. Barcelona: Lumen.

De Certeau, M. (1988). The practice of everyday life. Berkeley: University of California Press.

De Certeau, M. (1990). La Invencion de Lo Cotidiano. México D.F.: Universidad Iberoamericana.

En la ciudad cristalizan y toman forma con mayor intensidad todas las caracterí. (n.d.).

González, V. (2002). La ciudad como Espacio textual. La Ciudad Circular. Retrieved from http://www.ciudadcircular.cl/contenido/autores/victor_gonzalez.htm#5

Gramsci, A. (1999). Cuadernos de la cárcel. México D.F.: Ediciones Era/Benemérita.

Herce, M., & Magrinyà, F. (2013). El espacio de la movilidad urbana. Buenos Aires: Café de las ciudades.

La relación entre el espacio público y espacio privado se presenta como una nece. (n.d.).

Los dominados y el arte de la resistencia.pdf. (n.d.).

Salcedo, R. (2002). El espacio público en el debate actual: Una reflexión crítica sobre el urbanismo post-moderno. EURE, 28(84), 5–19.





[1] Existen en Santiago de Chile, plazas que cumplen un rol monumental y se encuentran bajo resguardo de algunas instituciones. Por ejemplo, la plaza de la ciudadanía y el monumento a los mártires de carabineros. Ambos espacios, cuentan con un medidas de seguridad especial (en ambos casos otorgados por fuerzas del orden público) que las diferencia de otras plazas que no poseen resguarde y que también albergan monumentos de carácter nacional, como serían la Plaza de la Aviación o la Plaza Yungay.

[2] Si bien todas las manifestaciones aquí expuestas pueden ser borradas o modificadas sobre si mismas, su intención original es durar en el tiempo.
[3] A pesar de que los vendedores ambulantes ocupan el espacio de acuerdo a su propio criterio, aquellos que han obtenido el permiso municipal de comercio ambulante, en cierta medida se encuentran parte del “discurso de poder” bajo el cual la autoridad ha tratado de regular el proceso de apropiación urbana en pos de la regulación del espacio.
[4] Un caso particular registrado durante el proceso electoral 2013-2014, fue la contratación por parte del comando de Michelle Bachelet de una tuna de derecho, quienes durante un período de varios meses, recorrieron los parque de Santiago tocando música para atraer a los transeúntes, mientras gente del comando repartía volantes de propaganda. La actuación de la tuna, no era planificada por el comando, ni tampoco restringida por éste en ningún caso.
[5] UPI. (2013, May 25). Estudiantes insisten marchar por la Alameda el martes “con o sin permiso”. La Nación. Santiago de Chile. Retrieved from http://www.lanacion.cl/estudiantes-insisten-marchar-por-la-alameda-el-martes-con-o-sin-permiso/noticias/2013-05-25/123538.html


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