Por Javiera Carrasco
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Fuente: Javiera Carrasco |
Para observar este encuentro cotidiano entre los urbanitas escogí por tanto el escenario de los microbuses[1] del Transantiago[2], escenario en el cual se presentan las consecuencias del tomar la micro todos los días. Me parecía atractiva la idea de figurar este espacio como un microcosmos del constante dinamismo de la ciudad. Además, constituía un desafío el poder explorar este escenario de observación etnográfica dentro de la realidad cotidiana que representa para mí, y así por tanto, hacer un mayor ejercicio de extrañamiento. Parte del trabajo entonces, tuvo dificultades a la hora de dilucidar aspectos relevantes a observar y me vi inmersa en la angustia etnográfica de cuestionarme demasiado lo que estaba observando, cayendo paradójicamente en la invisibilidad de lo que ocurría y sintiendo que no estaba viendo nada, que no pasaba nada. Sin embargo, estos cuestionamientos me permitieron a la vez, encontrarme con mi dificultad y darme cuenta que ella misma era la clave para visibilizar lo que veía y al mismo tiempo, no veía.
Mi
observación etnográfica consistió en tener de principal objeto la
individualidad de los actores-pasajeros dentro del escenario del interior del
microbús , o sea, cómo se relacionan éstos con el espacio y las demás personas
en su calidad de individuo, separado de los otros al ser desconocidos, pero
cercano a estos física y espacialmente. Cómo se marcan ciertas distancias entre los individuos
a partir del uso del espacio, la distribución, las posiciones y la quinesia; y
cómo éstos delimitan el espacio de individualidad y generan un ensimismamiento. La relevancia de esto,
recae en que nos ayuda a comprender y visualizar de manera más profunda el
fenómeno de la cotidianeidad en la urbe como lo es el transporte público,
formando éste parte ordinaria de nuestras vidas, pero al mismo tiempo extrañándonos
y desnaturalizándolo. Pareciera que es algo completamente “normal” y que no
cabe cuestión en ello, pero finalmente, lo que concebimos como normal ha
recorrido un camino por el cual se ha ido constituyendo como tal.
La
metodología utilizada en este trabajo de campo consiste en haber hecho el recorrido
426 completo del Transantiago, en cinco ocasiones en dirección Pudahuel-La
Dehesa en el horario entre las 8 y las 10:30 am. Esto fue realizado durante el
pasar de tres semanas, exactamente entre el 29 de Mayo y el 20 de Junio, del
año 2012. Al ser una pasajera más, me sitúo por tanto como observadora
participante, pues soy un miembro más dentro del espacio, que sin develar su
actividad, observa. La evidencia etnográfica en la cual me apoyaré será las
notas de campo y fotografías.
Después de
hacer este trabajo de campo, logré hacer la reflexión sobre mi propia
experiencia de la cotidianeidad en el transporte público: la manera en la que
me sentía más a gusto dentro del microbús era sentada en la última fila de
asientos, en la esquina al lado de la ventana, escuchando música del mp4. Por
qué me di cuenta de esto y por qué es así, será parte del relato siguiente.
A modo de
contextualizar e introducir el relato etnográfico, a continuación comenzaré
haciendo una descripción general de lo que es un microbús del Transantiago, qué
identifica al recorrido 426, cuáles son los actores que ocupan este espacio y
cuáles son las interacciones principales que se dan en él.
La Micro, el escenario de observación, sus actores y prácticas
Como planteé
anteriormente, el escenario de mi observación etnográfica fueron los microbuses
del Transantiago, específicamente uno de sus recorridos troncales[3],
el 426 que recorre desde Pudahuel a La
Dehesa, pasando por las comunas de Lo Prado, Quinta Normal, Estación Central,
Santiago Centro, Providencia, Las Condes y Lo Barnechea (La Dehesa),
atravesando la ciudad de Santiago de oeste a noreste, siendo esta dirección en
la que yo he viajado durante la investigación.
Un microbús
troncal del Transantiago representa entonces, un escenario de carácter móvil ya
que éste se desplaza a través de la capital, y por tanto, varía el contexto de
la observación. Esta variación se da de comuna en comuna (en su totalidad
bastante heterogéneas), en el
desplazamiento de miles de personas cada día por diferentes sectores de la
ciudad, dándose así un escenario muy dinámico, refiriéndome a lo que ocurre al
interior del microbús, por su relación incesante con el contexto exterior, la
ciudad.
A lo que me
abocaré aquí será principalmente a lo
que ocurre al interior del microbús. Si bien hay una interdependencia constante
con el exterior, esto será parte de mi exposición a medida que esté en función
de las dinámicas del microbús en sí.
El microbús (o autobús de
menor tamaño) es un “Vehículo
automóvil de transporte público y trayecto fijo que se emplea habitualmente en
el servicio urbano”[4]. Dentro de
nuestro imaginario esto pareciera ser bastante obvio. Pero, ¿qué representa
para nosotros un vehículo automóvil de transporte público? O al revés, ¿qué de nosotros se representa en él?
Estas serán cuestiones que se irán resolviendo a medida vaya desarrollando esta
etnografía. Ahora, procederé a hacer una breve descripción del escenario en el
cual me he situado.
Es importante
tener en cuenta el espacio material del microbús, pues determina la
distribución, posiciones y relaciones de las, y entre, las personas que se
encuentran en su interior. Los microbuses del recorrido 426 poseen las
mismas cualidades materiales “oficiales” que cualquier microbús del
Transantiago, a excepción de algunas distinciones. Estas cualidades “oficiales”
serían ser un automóvil de mayor tamaño (sobre todo de largo), suelo de color
azul grisáceo, que contiene en sí un pasillo central y vertical que lo
atraviesa, pasamanos para afirmarse al ir de pie, con ventanillas, manillas,
propaganda y publicidad, fierros grises con botones naranjos para comunicarle
la parada al chofer, validadores[5]
para la tarjeta bip![6]
que se encuentran al entrar por la puerta de principal de ingreso. Hay asientos
a los costados y al fondo, delimitados por una ventana, o simplemente por la
pared de color gris, y espacios libres. Estos asientos se encuentran
distribuidos de una manera específica.
Al ser los
microbuses de este recorrido en su
mayoría orugas, las cuales se encuentran se divididas en dos
partes por una circunferencia móvil en el suelo que le permite tener mayor
flexibilidad a la hora de doblar. En la parte delantera identificamos un sector
de unos 20 asientos en el cual hay dos subsectores de cuatro asientos cada uno
en que dos asientos se encuentran de frente a otros dos. En la parte trasera en
cambio, hay en su mayoría asientos menos elevados que los que están en la otra,
y ninguno se encuentra frente al otro. Todos miran hacia adelante, menos dos
filas de dos asientos que se encuentran direccionados hacia atrás, pero de
espaldas al asiento de adelante. Estas
son algunas de las cualidades materiales de cualquier microbús oruga del Transantiago. Ahora, las
especificidades de los microbuses de este recorrido serían el no poseer en su
entrada un torniquete como sí lo tienen otros recorridos, en general está
limpio y libre de basura, en buen estado, a excepción de las puertas que casi
siempre están sueltas y no logran cerrarse por completo, y del timbre, que en
una ocasión estaba malo y no funcionaba, en su interior siempre tiene uno que
otro rayado, dibujo o tag[7].
Sin embargo, este
espacio material no tiene mayor relevancia
si no es por el sentido que los actores que se desenvuelven en él le
otorgan. Los actores
principales que he identificado son los
pasajeros de los microbuses del
Transantiago, es decir, los urbanitas que lo utilizan como servicio de transporte público para
desplazarse por la ciudad, en este caso, el recorrido 426. Este universo de pasajeros es muy diverso y lo
componen, de acuerdo a la categoría de sexo, hombres y mujeres; y de
acuerdo a una categoría de rangos de edad, desde bebés, niños, adolescentes, adultos jóvenes, adultos a adultos mayores. Esas
serán las categorías por las que me guiaré fundamentalmente. Otros actores que
forman parte del microbús son el
chofer, los “inspectores” o “control evasión”[8],
vendedores ambulantes de golosinas y
artículos de utilería, músicos en su mayoría hombres
(violinistas, guitarristas y de
cantantes de diferentes estilos como folclor, música clásica y rock). Mi
trabajo estará centrado en los actores que he definido como principales, o sea
los pasajeros, y los otros actores que nombré anteriormente serán descritos en
función de los principales, es decir, de la relación que establezcan con estos
y la influencia que ejerzan en ellos.
Esta distribución
general que he observado e ilustrado, se
da de la siguiente forma:
La parte delantera, donde hay
una zona que es principalmente de asientos, generalmente es utilizada por un
mayor número de mujeres (jóvenes- adultas y señoras), solas o con niños chicos
o guaguas. Este grupo de personas no tienen una mayor interacción entre ellas/os. Las prácticas más comunes en ellas al ir sentadas, son las de ir mirando hacia fuera por la ventana, tener la mirada puesta en un punto fijo, o simplemente
estar con los
ojos cerrados. Las interacciones que se dan son conversaciones entre personas, que he deducido que son conocidas/os por diversos motivos, o de tratos cordiales, como el de
pedir permiso para poder pasar, bajarse, como exclusiva relación de pasajeros. La posición corporal que llevan la mayoría de las
mujeres, es con las manos tomadas y/o apoyadas en las carteras que las sitúan
en su regazo. Las piernas generalmente las
llevan juntas (sin cruzar).
Por otra parte, en la zona trasera del microbús,
hay una mayor tendencia a la presencia de adolescentes, tanto
hombres como mujeres, y hombres adultos. Debido
a la mayor diversidad de personas que se sitúan en este sector, es más difícil
hacer una generalización de los comportamientos. Sin
embargo, lo que he podido observar es que varios van escuchando música, leen el diario, hacen uso del teléfono
celular…además de repetir las prácticas de las
personas situadas en la parte delantera, de ir mirando por la ventana, un punto
fijo o con los ojos cerrados, y en su gran mayoría en silencio. Los diálogos o gestos cordiales también se repiten en esta zona, pero también se da que los adolescentes escolares
generalmente suben en grupos pequeños, por lo que generan mayores conversaciones.
Tener en cuenta este esquema general del microbús es importante para
luego poder comprender como esta distribución de los actores-pasajeros, ya que
está relacionada con el fenómeno de la individualización
y el ensimismamiento; sin embargo, hay
otro factor que es de suma importancia: la posición y orientación que adoptan
los actores. Esto será desarrollado a continuación junto al relato.
El viaje
“Ambiente silencioso e
individualizado” es una de mis primeras notas de campo que escribí durante el
viaje en el microbús, y es una que se fue repitiendo a lo largo de todo mi
cuaderno de campo. En un principio, al revisarlas, creí que sería información
irrelevante porque es “obvio” que el viaje en el microbús es así, sin embargo,
justamente no lo es.
“Un
observador identifica la actitud de parecer ausentes al lugar. Las señas de
guardar silencio, evitar miradas o dirigirla fijamente hacia un punto
indefinido, mantener rostros carentes de expresividades, mantener una
corporalidad inmóvil hasta llegada la hora de bajar de un vagón, asumir el roce
constante como si no tuviera importancia, por sí mismas no dan cuenta de que
los sujetos se apropian del espacio. Sin embargo, las personas se aíslan y
espacializan su intimidad, este proceso se puede denominar encapullamiento. El uso del teléfono móvil, de material de lectura
como libro o diario deviene en estrategias de encapullamiento (Ito, Okabe y Anderson 2009). Es como sí los
viajeros se refugiasen en un capullo que se forma alrededor de sus cuerpos. A
modo de micro lugares que se construyen por medio de infraestructuras
controladas individualmente, que permiten una apropiación temporal. Son
negociaciones que interactúan con los “otros” en la vecindad. […] el espacio es
apropiado para beneficio personal, surge un tiempo-espacio productivo y/o
enriquecedor.” (Jirón, Imilan e Iturra, 2012)
En este trabajo, refiriéndonos al
mismo concepto que plantean los autores anteriores, hablaremos de lo que hemos
mencionado anteriormente como individualización
o ensimismamiento.
Zona trasera
A eso de las 8 de la mañana en el Pudahuel, el panorama a comienzos del
viaje del microbús se vislumbra de la siguiente manera, desde la parte trasera
(donde me he ubicado dos veces): hay un silencio generalizado, se observan
jóvenes adultos, mayoría adultos, tercera edad y escolares, tanto niños como
adolescentes, mujeres y hombres. Lo único que se escucha es el ruido del motor
y del abrir y cerrar de las puertas del microbús, y el retumbe de la música en
los audífonos de los jóvenes que se ubican en esta zona. A veces se puede
sentir una ráfaga de olor a alcohol y cigarro. He podido ver varias personas
con audífonos, mujeres pintándose, jóvenes leyendo un libro, una mujer
peinándose el pelo mojado con los dedos y mirando por la ventana hacia fuera,
una chica comiendo galleta, sin embargo una parte importante de las personas va
solamente mirando por la ventana o un punto fijo, caras inexpresivas y se
percibe un silencio generalizado.
En la zona trasera, los actores
se posicionan y distribuyen de determinada forma: por lo general hay más
mujeres adultas sentadas, y más hombres ya sean jóvenes o mayores, parados. Si
éstos van sentados, se concentran más hacia el fondo, en los últimos asientos;
sobre todo los más jóvenes. Al ser una zona donde hay mayor espacio libre, hay
por tanto más personas paradas. Las formas de posicionarse generales son
entonces parado, parado al lado de la ventana, sentado,
sentado al lado de la ventana. Estas posiciones determinarán hacia dónde se
orientarán las personas dentro del microbús, o bien hacia el interior de esta misma, o hacia el exterior.
El estar parado o sentado hacia el pasillo constituyen posiciones que
generalmente orientan al actor al interior del microbús y por tanto ésta se
encuentra menos abstraída de lo que ocurre en ella, más aun si está parado. En cambio, al estar
parado o sentado al lado de la ventana, el actor se orientará habitualmente hacia
el exterior del microbús, pudiendo obtener un mayor grado de ensimismamiento, sobre todo sentado. Esto
puede ser representado en una tabla como la siguiente:
PASILLO
|
VENTANA
|
|
SENTADO
|
(+) colectivizado
(-) ensimismado
|
(+) (+) ensimismado
|
PARADO
|
(+) (+) colectivizado
|
(-) colectivizado
(+) ensimismado
|
ORIENTACIÓN
|
INTERIOR
|
EXTERIOR
|
*Entiéndase “colectivizado” como el antónimo de
ensimismado
Fuente: elaboración propia
Esta clasificación no es, sin embargo, absoluta. Es relativo a la
persona y a otros factores externos que puedan determinar si estar sentado o al
lado de la ventana es una posición que favorezca más el ensimismamiento. Por
tanto yo diría que el estar sentado-pasillo y el estar parado-ventana son
posiciones más o menos ensimismantes
dependiendo de la persona, y de lo que ocurra adentro o al exterior del
microbús. Por ello el uso del paréntesis,
pues ambas posiciones pueden ser colectivizantes
o ensimismantes, y según el criterio
que utilicé pueden ser uno más o menos que el otro.
Zona delantera
En la zona
delantera del microbús, es decir la zona de asientos que describí anteriormente
como el sector en el cual se concentra una mayor cantidad de actores de sexo
femenino. Durante mis observaciones he podido anotar en mi diario de campo: “Conversan
dos señoras a nuestro lado, hay un hombre trigueño y una joven morena
susurrándose, las demás personas van ‘individualizadas’. En esta parte de
asientos la mayoría son señoras y mujeres jóvenes. Dos hombres y un niño en
este sector de todos los puestos ocupados por mujeres.
Uno es
pareja de una mujer y el otro va solo, cruzado de brazos.” Durante las dos
veces que hice observaciones sentada en este sector, pude sintetizar que casi
todas las mujeres que van sentadas aquí miran por la ventana o un punto fijo, y
se sientan con las manos tomadas y las piernas juntas (sin cruzar), y algunas
toman su cartera o bolso en su regazo apoyando sus brazos y/o manos sobre él. Otras
cosas secundarias que hacen ha sido leer un libro, hacer uso del teléfono
celular o tejer.
Por ocupar
la mayor cantidad del espacio de esta zona los asientos, y por ir por tanto la
mayor cantidad de personas aquí sentada,
se podría decir que es el sector del microbús en el que el
ensimismamiento está más “protegido”. Hay menos espacio para la gente parada, y
por tanto también lógicamente, menor cantidad de gente. Esta zona es ajena a lo
que ocurre atrás pues esto está a sus espaldas, son menos “invadidos” por los
vendedores ambulantes, por las personas que piden plata o por los músicos, ya
que estos muchas veces pasan de largo por este pasillo ubicándose en la
circunferencia. En todo caso, el actor configurado por el vendedor ambulante no
es recibido con mayor interés en ninguno de las dos zonas del microbús. El
músico en cambio, tiene a su favor el agrado que puede ser para algunas
personas su música (esto ha sido posible evidenciarlo por medio de las
expresiones faciales de satisfacción de algunos pasajeros), dependiendo
entonces del tipo de ésta la zona o la cantidad de personas que mejor lo reciba
y así también, que le dé monedas.
Por ser la
zona delantera una zona “protegida” como la describí anteriormente, ello no
quiere decir que sea una zona de mayor ensimismamiento que la trasera, pues
ello no explicaría que se sienten en su mayoría mujeres, siendo que la búsqueda
de la individualidad no es exclusiva de éstas. En la zona trasera existe otro
tipo de ensimismamiento, el cual voy a definir como “privatizado”. La
diferencia radica principalmente en que si bien hay una mayor exposición en la
parte trasera a mayores estimulaciones como una mayor cantidad de gente, mayor
cantidad de gente parada, por tanto, más actividades en práctica como lo son
los músicos, los vendedores, o conversaciones entre personas o grupos de
personas, hay menos “protección”, pero ello no implica que haya menos
ensimismamiento. Los actores de esa zona se las arreglan para “privatizarse”,
es decir, excluirse de esto por medio de delimitaciones de su espacio
individual como lo sería una mayor cantidad de actividades como el escuchar
música con audífonos, leer o utilizar el
teléfono celular que en la parte delantera.
“La tele, el ordenador, los auriculares, el walkman y el móvil son los instrumentos cada día más elaborados de esta expulsión íntima de uno mismo que caracteriza la individualidad contemporánea” (Augé, 2010: 80).
Sin
embargo no es que estas actividades sean mayoritarias dentro de esta misma
zona, de hecho hay una mayor cantidad de gente solamente mirando por la ventana
o con la mirada en un punto fijo.
He
descrito, comparado cuantitativa (mayor o menos cantidad de personas en tal
posición o haciendo tal cosa) y cualitativamente las dos zonas del microbús.
Pero no he llegado al punto fundamental
de esta etnografía que es el microbús en su totalidad. Por tanto, ¿cuáles son
las similitudes de estas zonas? La
búsqueda del ensimismamiento., ya sea por medio de la “protección” o la
“privatización” e idealmente sentados y próximos a la ventana, o sea, estar cómodos,
pero, ¿qué significa esta comodidad?
Como nos
dice Sennett, la comodidad es la “Unión
de lo pasivo y lo individual. […] Las innovaciones técnicas introducidas en el
transporte proporcionaron comodidad al cuerpo que viajaba. El estado de
comodidad fue asociado al descanso y experiencia corporal pasiva que se fue
extendiendo. Cuanto más cómodo se encontraba el cuerpo en movimiento, tanto más
se aislaba socialmente, viajando solo y en silencio” (Sennett, 1997: 361)
Y con
respecto a lo que significa la ventana: “En las terrazas (de los cafés), los
clientes habituales permanecían en silencio contemplando cómo pasaba la gente;
se sentaban allí como individuos, absortos en sus propios pensamientos. […]
Pero el parisino que mataba el tiempo en la terraza de un café también estaba
desconectado de la calle. Se hallaba en un ámbito muy similar al del americano
que atravesaba un continente en silencio, pero ahora era la gente de la calle
la que aparecía como un paisaje, como un espectáculo.” (Sennett, 1997: 368-369)
Al igual
que como describe Sennett, lo que se observa al exterior del microbús por la
ventana representa un paisaje, un espectáculo que logra elevar el nivel de
abstracción de las personas, es una transportación a otra parte, que sin
embargo se produce mirando la misma parte en que uno se sitúa físicamente. En
el caso del microbús, yo creo que es el viaje en sí lo que produce este estado.
El estar en muchos lados y a la vez en ninguno.
Por otra
parte, están los actores que tienen su mirada
puesta en un punto fijo dentro del microbús mismo. Pareciera como si en verdad
no estuvieran mirando nada y nada de lo que está a su alrededor los inmuta,
solo están dentro de sí y su propio mundo interior. A pesar de que las personas
estén una al lado de la otra, no hay interacción entre ellas y es como si el
otro no existiera. La existencia del otro solamente se presenta en el momento
práctico, por ejemplo, en que me estorba físicamente para salir, pero ni
siquiera es la existencia de una persona, sino casi un obstáculo en mi camino: “Es
posible también tratar a las personas como si no estuvieran presentes, como
objetos que no merecen más que una leve ojeada. Si la actitud de la persona es
tal que se altera su propia apariencia como resultado de la presencia de otros,
podemos hablar de un «trato de no personas»”. (Goffman, 1963: 3)
Uno no se pone a conversar con el que tiene al lado por el hecho de estar próximos, y tampoco me
voy a poner a mirarlo si estoy aburrido porque existe una distancia y brecha
entre nuestros espacios individuales, que por lo general e idealmente son
respetadas (“eso no se hace”, le diría una madre a su hijo pequeño)… ¿por qué?
“El vagón del ferrocarril, lleno de cuerpos apretados que leían o miraban en silencio por la ventana, marcó un gran cambio social que se produjo durante el siglo XIX: el del silencio utilizado como una protección de la intimidad individual. En las calles, al igual que en el vagón del tren, la gente comenzó a considerar un derecho personal el que los extraños no la hablaran, a ver las palabras de los extraños como una violación. […] el vagón de ferrocarril americano hacía que todos los pasajeros dirigieran la vista hacia adelante, mirando a la espalda de los demás en lugar de sus rostros” (Sennett, 1997: 366-367).
Sennett
además nos habla de los planteamientos de Tocqueville, un francés de la primera
mitad del siglo XIX, precursor de la sociología clásica, quién acuñó su época
como “la era del individualismo”, viendo su lado más negativo, que concibió
como una especie de soledad cívica.
“Cada
persona –escribió—se comporta como si fuera una extraña respecto al destino de
los demás…Por lo que se refiere a su intercambio con sus conciudadanos, puede
mezclarse con ellos, pero no los ve; los toca, pero no los siente; existe sólo
en sí mismo y para sí mismo. Y si sobre esta base sigue existiendo en su mente
un sentimiento de familia, ya no existe un sentimiento de sociedad […] Según
Tocqueville, esta clase de individualismo puede aportar un cierto orden a la
sociedad: la coexistencia de personas replegadas sobre sí mismas, que se
toleran entre sí por la indiferencia. Semejante individualismo tenía un
significado particular en el espacio urbano. La planificación urbana del siglo
XIX intentó crear una masa de individuo que se desplazaran con libertad y
dificultar el movimiento de los grupos organizados por la ciudad. […] Cuando el
espacio se fue devaluando en virtud del movimiento, los individuos gradualmente
perdieron la sensación de compartir el mismo destino que los demás” (Sennett,
1997: 344-345).
Reflexiones finales
Ideas que
me quedan al finalizar este informe son que como conclusión, mi trabajo de
campo etnográfico en los microbuses del Transantiago dio como fruto el
visibilizar lo invisible para mí como sujeto urbanitas, es decir, evidencié la invisibilidad que hay entre las
personas en el medio de transporte público. Yo tomo la micro, yo voy mirando hacia fuera, yo voy escuchando
música, y yo llego a mi destino. Los o las que se me crucen por delante
no son más que parte de mi ya dada por supuesta espacialidad o paisaje dentro
de mi viaje, son por tanto, objetos.
La vida en
la ciudad es explosión, es dinámica, es acelerada, es ritmo, movimiento
incesante, miles de caminos diferentes en un mismo escenario, pero a la vez es
solo uno, pues pareciera que todo esto que ocurre a nuestro alrededor ya no nos
perturba.
¿Por qué podemos estar tan cerca y a la vez tan lejos? ¿Por
qué insistimos en vivir en sociedad, a vivir cada vez más concentrados, si cada
vez estamos más separados los unos de los otros? ¿Será que la locura de los
infinitos estímulos en la ciudad nos ha vuelto paradójicamente más apáticos a
los sentidos?
Es la
soledad en medio de la muchedumbre, es la huida del ser humano de sí mismo al
planear un modo de vivir que esté hecho únicamente para los objetivos
individuales. Es la contradicción misma.
[1] En el siguiente informe etnográfico se usarán las palabras microbús
o microbuses a modo formalidad y facilitación de la desfamiliarización, y la micro a modo de familiarización.
[2] Sistema de transporte público terrestre de la ciudad de Santiago de
Chile implementado el año 2007 por el gobierno de Michelle Bachelet.
[3] Recorridos que conectan una zona
con otra, cruzando los ejes importantes de la ciudad. www.transantiagoinforma.cl/showGlosario.do
[4] http://lema.rae.es/drae/?val=microb%C3%BAs
[5] Artefacto electrónico que al ser acercada una tarjeta bip! marca, y descuenta de la tarjeta,
la tarifa del pasaje para hacer uso del transporte público del Transantiago.
[6] Tarjeta de materialidad semejante al carnet de identidad o tarjeta
de cuenta bancaria que representa el nuevo pago electrónico que se introdujo
con el sistema de transporte público del Transantiago.
[7] etiqueta, palabra o frase con la cual se identifica una persona o
un significado específico.
[8] Persona (sea hombre o mujer) de chaqueta amarillo fosforescente que
dice “inspector” o “control evasión”, que se encuentra en los paraderos del
Transantiago y que subiéndose a la entrada del microbús que pare en él, cumple
la función de vigilar el que los pasajeros al ingresar al microbús paguen su
tarifa.
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