Por Cristóbal Ibarra G
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Fuente: Cristóbal Ibarra |
El presente ensayo pretende
problematizar la relación que se ha ido estableciendo entre el Estado y las
múltiples expresiones del patrimonio cultural dentro del territorio que
gestiona, particularmente, la relación y la gestión cultural que ha propuesto
el Estado de Chile en torno al patrimonio legitimado a nivel nacional y que
alcanza su máxima expresión (atención y vigilancia) en el Día del Patrimonio,
celebrado cada año en el último domingo de mayo. En el Día del Patrimonio el
Estado de Chile incentiva una múltiple y diversa exaltación de los espacios
patrimoniales que se reactivan con diversas actividades para los visitantes, a
través de recorridos guiados, muestras de colecciones materiales, de audio o
audiovisuales, o bien expresiones artísticas vinculadas a la identidad de estos
espacios, estando encargadas a las organizaciones que gestionan estos espacios
(agrupaciones artísticas, juntas de vecinos, agrupaciones de memoria, entre
otros). Dichas actividades se realizan a partir de las 10 de la mañana y, dependiendo
del espacio, pueden durar hasta las 12:00, 15:00 o 18:00 de la tarde.
Dentro del patrimonio que es
reactivado en este día, me interesa centrarme en los espacios de memoria de
violaciones a los Derechos Humanos ocurridos durante la Dictadura de Augusto
Pinochet (1973-1990), correspondientes a sitios de detención, tortura y
asesinato de presos políticos que, en su mayoría, funcionaron durante los
primeros años del régimen. En la actualidad, estos espacios se han ido
activando patrimonialmente gracias a la gestión de agrupaciones de familiares y
amigos de detenidos desaparecidos, además de otros ex detenidos en esos
espacios, que han adquirido estos inmuebles con el objetivo de conservar la
memoria vinculada a estos lugares; difundir el sufrimiento de ellos, los
protagonistas de estas historias, hacia el resto de la población chilena,
difundiendo, a la vez, el incuestionable respeto por los Derechos Humanos que
siempre se debe tener; y también utilizar estos lugares como soportes
materiales que sostienen su lucha por el esclarecimiento de la verdad sobre los
detenidos desaparecidos y la exigencia de justicia, a partir de la condena de
los asesinos.
Respecto a este último punto, estos
sitios de memoria tienen un potente objetivo político que cumplir y la demanda
que hacen es ante el Estado de Chile, especialmente, el Poder Judicial para que
este concentre su labor en el esclarecimiento de la verdad y justicia con los
detenidos desaparecidos, lo que hace que estén en constante confrontación. No
obstante, como el Estado chileno últimamente ha potenciado la salvaguardia del
patrimonio cultural, también se ha visto obligado a acoger la promoción de
estos sitios de memoria que lo desafían y critican en su labor. Por un lado, es
positivo que en instancias como el Día del Patrimonio se haga un incentivo
equitativo (o al menos similar) entre los distintos tipos de patrimonio,
incluyendo a los más críticos, pero sospecho que los discursos más críticos contra el Estado, que tienen plasmados
ciertos patrimonios, pueden verse apaciguados en instancias de celebración nacional
avaladas por el Estado, que exaltan el mismo patrimonio. Es en estas
situaciones en que los patrimonios contingentes y políticamente comprometidos (una
vez que obtengan su demanda cambiará su significancia y valor), pueden ver
peligrar su demanda ante la apropiación y vigilancia estatal, de sus discursos
y significancia en instancias como el Día del Patrimonio, teniendo la premisa
de que la institucionalización de sus demandas, pueden llevar a que se congele
su movilización por conseguirlas.
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Fuente: Cristóbal Ibarra |
Esta situación es contradictoria con
el segundo objetivo que tienen estos lugares, la difusión y concientización de
su memoria, pues en el Día del Patrimonio, cuando más visitante ajeno se
recibe, en el momento del año en que el patrimonio pasa a ser uno de los temas
de mayor discusión general y pueden ganar más adeptos en su lucha por la verdad
y justicia con los detenidos desaparecidos, es cuando estos sitios de memoria
pueden llegar a “suavizar” mucho más sus propios discursos, nada más debido a
que, por única vez en el año, el Estado se pone completamente de su lado y los
ahoga con su presencia, desproblematizando la discusión en que constantemente
están sumidos el resto del año. Aún peor, se desaprovecha que la demanda tome
vuelo con una concientización masiva, nada más que por una excesiva vigilancia
del poder Estatal.
Paralelo a este ensayo estoy
desarrollando una investigación sobre la casa de memoria Londres 38, otro sitio
de detención y tortura del régimen, que en la actualidad es reivindicado como
espacio patrimonial por sus afectados y que se caracteriza por su fuerte
demanda de justicia. No obstante, en este Día del Patrimonio 2014, preferí
observar otro sitio de memoria a modo comparativo, que esté viviendo una
situación similar y ver su comportamiento ante esta conmemoración institucional
del Estado. Por lo que desarrollé mi etnografía en el Estadio Nacional,
monumento nacional desde el año 2003, ubicado entre las avenidas Guillermo
Mann, Maratón, Grecia y Pedro de Valdivia, en la comuna de Ñuñoa, que albergó
no solo eventos deportivos o espectáculos masivos, sino que también fue el
centro de detención, tortura y exterminio más grande del país durante la
Dictadura, llegando a albergar más de 30.000 detenidos, según los guías del
recorrido, quienes habían sido también detenidos en ese lugar y torturados por
el régimen.
La organización encargada de gestionar
la memoria de este lugar se llama Estadio Nacional, Memoria Nacional, presidida
por los mismos ex detenidos en este recinto y que contempla la construcción de
memoriales e intervenciones arquitectónicas y de arte en diez sitios con
protección especial. En ellos se entrega información de lo que sucedió en ese
lugar, contado por sus protagonistas, buscando preservar el valor histórico del
Estadio Nacional como sitio de memoria, conmemorar a las víctimas y motivar la
recuperación de otros importantes sitios de memoria en nuestro país.
Lo que sigue es mi recorrido del Día
del Patrimonio, el 25 de mayo de 2014, por el Estadio Nacional, desde las 11:30
hasta las 15:30, en dos recorridos guiados y mi análisis relacionado con mi
propuesta antes planteada.
A modo similar a como definimos la
forma de patrimonio que era Londres 38, el Estadio Nacional es un centro de
memoria de las víctimas de la Dictadura que muestra el luto a los detenidos
desaparecidos, así como el dolor de los torturados, contado en primera persona,
cuyo impulso de patrimonio es dado por sus objetivos políticos de alcanzar
verdad y justicia a todos los afectados por la Dictadura, alimentado por el
luto inacabado de los desaparecidos, que lleva a buscar dentro de las
alternativas para resolver a este trauma el acoger las dinámicas patrimoniales.
Por lo tanto, este patrimonio cultural rescata la memoria del trauma que este
grupo de afectados considera como suyo, lo enfrentan y difunden, más que nada,
para enfrentar sus problemas en la búsqueda de justicia, tal como nos dice
Guillermo Bonfil Batalla al hablar de la practicidad del patrimonio cultural
como:
“ese acervo de elementos culturales, tangibles unos, intangibles otros, que una sociedad determinada considera suyos y de los que echa mano para enfrentar sus problemas (de cualquier tipo, desde las grandes crisis hasta los aparentemente nimios de la vida cotidiana); para formular e intentar realizar sus aspiraciones y sus proyectos; para imaginar, gozar y expresarse” (Bonfil, 2000).
Como ya se ha hablado antes, este patrimonio
no es solo para ellos, sino que busca la masividad en su mensaje, siendo, a la
manera de Llorenc Prats (2004), una activación ‘micro’ organizada por la
agrupación de afectados de la Dictadura, que pasa a transformarse en una
activación ‘macro’, en tanto el Estado acoge esta iniciativa y la potencia en
instancias como el Día del Patrimonio donde se persigue el volumen (de
visitantes, de ingresos, de adhesiones), buscando transformar este patrimonio
en un incuestionable ente de efectividad simbólica para todos los públicos[1].
No obstante, los intereses de esta activación son relocalizados ahora desde la
perspectiva estatal y se desmorona lo que era en un comienzo un ‘museo de
sociedad’, a la manera en que lo entiende el mismo Prats:
“los museos de sociedad son museos para la sociedad, para las personas que la componen y han de estar al servicio de los problemas colectivos y no de los intereses del mercado, de las administraciones ni de los propios museos. (…) Los museos de sociedad (…) suponen, en sus últimas consecuencias, convertir el patrimonio en un arma crítica contra los grandes poderes, denunciar con la fuerza parámetros de legitimación, con los recursos de la ciencia y de las nuevas tecnologías" (Prats, 2004).
Entonces, el Estado Nacional, pese a
que la memoria ligada a este lugar pertenece a los afectados y ellos la
comparten con los visitantes, en momentos de masiva exaltación nacional del
patrimonio a modo general, este museo de sociedad, que en otro tiempo puede ser
muy crítico contra el Estado, en el Día del Patrimonio se ve acorralado por
este al entrar a formar parte de una actividad legitimada estatalmente y no es
capaz de reapropiarse de sus propios discursos para enfrentar el gran volumen
de visitantes, que serían fundamentales en ayuda de sus pretensiones políticas
en contra del Estado.
Por otro lado, dentro las razones que
tiene el Estado para legitimar el patrimonio con un evento masivo de
revalorización, puedo percibir que concibe al patrimonio cultural desde la
perspectiva europea del término, que describe Prats:
“el tema del patrimonio se vincula directamente con la construcción romántica de la nación y con autores, intelectuales y políticos que están implicados en la legitimación de un proyecto identitario más o menos amplio, a través de la búsqueda de raíces históricas, de valorizar ciertos aspectos que antes no habían tenido ningún interés más que el funcional” (Kingman & Prats, 2008).
Por lo tanto, el Estado está motivado
a reivindicar un proyecto identitario nacional masivo, que aborde en su
heterogeneidad de manifestaciones (reflejado en la transversalidad temática del
Día del Patrimonio) una serie de características que considera importante que
quede en el inconsciente colectivo de los chilenos. En este caso, no me cabe
duda de que la ‘moraleja’ que quiere rescatar el Estado de Chile, en pleno
periodo de Democracia, en sitios de memoria como el Estadio Nacional es la
exaltación del respeto a los Derechos Humanos y el mostrarse como un país
democrático y que es “capaz de reconciliarse con su pasado conflictivo”.
Finalmente, la apropiación Estatal del discurso local tiene su utilidad en que
rescata algunos elementos locales que pretende difundir dentro de la estructura
moral nacional, pero que puede llevar a ahogar otras dimensiones de este
patrimonio local, que sí es mantenido por los gestores locales de la cultura.
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Fuente: Cristóbal Ibarra |
En esta situación podría hablarse de
una “cosificación” u “objetivación”, por parte del Estado, del patrimonio
cultural inmaterial que albergan estos sitios de memoria, a la manera en que
trata este tema Mónica Lacarrieu (2008):
“…en el campo institucional permanece una visión que define al patrimonio en relación a ‘cosas’ u ‘objetos’ descontextualizados del entorno socio-cultural en que se producen y desde el cual obtienen eficacia simbólica. En clave con esta concepción se integra el patrimonio inmaterial en una tendencia a objetivar los bienes y expresiones culturales pertenecientes a las poblaciones involucradas. (…) Si bien, la ampliación de la noción integra una extensión de la valoración patrimonial a los sujetos que intervienen y se apropian del mismo en los procesos dinámicos de creación, producción, circulación, intercambio y consumo; la proclividad a la ‘cosificación’ de los bienes y manifestaciones que entran en esa lógica, forma parte de las estrategias que las instituciones y gestores desarrollan en función del conocimiento con que han actuado previamente sobre el patrimonio histórico. (…) ‘Tangibilizar’ implica volver las expresiones de la ‘intangibilidad’ un soporte de lo duradero, en consecuencia bienes ‘congelados’ en un tiempo especial, reflejo de la autenticidad y antigüedad que otorgan identidad al grupo” (Lacarrieu, 2008).
En este sentido, podríamos ver en el
Día del Patrimonio un esfuerzo de ‘cosificación de la diversidad’, en tanto que
da el espacio a una heterogeneidad de manifestaciones, pero los clasifica con
criterios objetivos, para sacar a relucir una parte de los discursos ligados a
estos patrimonios, limitando la alta conflictividad con el Estado que pueden
tener estos espacios, como el Estadio Nacional u otros sitios de memoria, el
resto del año. Además, el que el Estado saque ‘moralejas propias’ de cada
patrimonio da cuenta del traslado de un patrimonio
local a un patrimonio localizado,
siendo este último “aquel cuyo interés
trasciende su ubicación y es capaz de provocar por sí mismo flujos de
visitantes con relativa independencia de la misma” (Prats, 2005). Siendo el
Estadio Nacional, por haber sido un centro de detención y tortura durante la
Dictadura, un lugar que suscita interés de parte de la sociedad chilena, por
cuanto estas características son difundidas y exaltadas por el Estado chileno,
a través de la cosificación de las memorias de los afectados, en fin, de su
patrimonio cultural inmaterial, que al legitimarlo a modo nacional, termina por
desterritorializarlo.
No tengo una perspectiva tan tajante
sobre esta relación entre Estado y gestores culturales, pero sí quiero
representarlo como un debate que siempre está en continua negociación en
función del grado de vigilancia y atención que tengan estos sitios
patrimoniales, por parte del Estado. Este debate entre lo local y lo global del
patrimonio lo pude apreciar claramente en las actividades realizadas en el
Estadio Nacional en el Día del Patrimonio, que consistían en recorridos guiados
(con muestra de fotografías y otras materialidades) que dan cuenta del paso de
los ex detenidos por ese recinto.
Al primer recorrido del Estadio llegué
un poco tarde, debido a que no encontraba el lugar de inicio, pero tuve la
excelente coincidencia de que justo en este grupo se encontraba Natalia Riffo,
Ministra del Deporte del Gobierno de Michelle Bachelet, acompañada de un par de
subsecretarios u otros funcionarios de gobierno que no supe reconocer.
Precisamente, su ministerio era el encargado de ayudar a la organización
Estadio Nacional, Memoria Nacional, en la organización de las actividades del
Día del Patrimonio, así que venía rodeada de una tropa de camarógrafos y
fotógrafos que daban cuenta de su recorrido y que lo difundirían
posteriormente. La ocasión fue la ideal para observar cómo era que los gestores
culturales de este recorrido se comportaban ante la presencia de autoridades
estatales y más aún, qué mensaje de sus memorias dejaban ante las cámaras, que
necesariamente difundirán masivamente los aspectos de sus discursos.
Pasamos a la “escotilla 8”, uno de los
lugares de detención colectiva, que conectaba con una parte de la gradería del
estadio, donde a los presos se les dejaba salir a tomar aire durante un rato.
En el interior, sobre las paredes, habían varias fotografías que rememoraban
los tiempos de la Unidad Popular, el golpe de Estado de 1973 y también sobre la
detención en el mismo Estadio Nacional (Ver Anexo en documento completo: Fotografías 1, 2, 3 y 4),
junto con algunos testimonios de la detención y tortura escritas sobre algunas
de las fotografías. En este lugar uno de los guías se detuvo a contar su
experiencia como detenido, acción que se replicó en cada una de las paradas que
se hacían, con distintos relatores por cada una, compartiendo las experiencias
personales de cada uno. En una de las paredes nos mostró algunos de los
grabados escritos por los prisioneros en la pared.
Luego, salimos al exterior de la
escotilla 8, donde se tenía protegido un pequeño sector del estadio donde se
mantenían los asientos originales de las graderías, en memoria de los
detenidos, que día a día, se les permitía salir durante un breve lapso a tomar
aire por ahí (Ver anexo fotografías 5 y 6).
Continuamos el recorrido por el
contorno exterior del estadio y entramos por otra puerta que nos conduciría a
los camarines; entramos en el camarín 3 y escuchamos el relato de otro de los
ex detenidos (ver anexo fotografías 7 y 8). Estos camarines eran también
utilizados como prisiones colectivas, en que en un espacio de no más de 8x8
metros, convivieron 300 personas al mismo tiempo, durante 60 días. En todo
momento, el relato fue emotivo, personal, e incluso, irónico para plantear lo
acontecido.
Continuamos dando la vuelta al
contorno del estadio, para que el recorrido se desligara del sitio de memoria y
se concentrara en las muestras de, por ejemplo, el camarín del Papa Juan Pablo
II en su visita a Chile; finalizando el recorrido con la visita al camarín de
la Selección Nacional de Futbol.
Con lo que me restaba de tiempo, me
quedé a esperar la siguiente visita guiada y fue en ese momento en que me di
cuenta cómo fue cambiando el carácter de los discursos de los guías en el
segundo recorrido, ya sin la presencia de los representantes estatales,
especialmente, en cuanto al tiempo que se tomaban en profundizar ciertas
temáticas, en tono de denuncia y crítica. Por ejemplo, al iniciar, una de las
guías mencionó que de todos los detenidos desaparecidos en el estadio, solo a
dos estadounidenses se les ha podido esclarecer sus muertes. En cambio, a los
demás desaparecidos la justicia chilena no ha podido esclarecer sus muertes ni
condenar a los responsables. Más adelante, otro guía al exterior de la
escotilla 8, empezó a tener un mayor diálogo con los visitantes, que en esta
sección rondaban las 15 personas, entre los que comprendían a algunos adultos
de entre 35 y 65 años, entre ellos, un ex detenido en el Estadio y otro que,
por hacer el servicio militar obligatorio en 1978, supo del ambiente que hubo
años atrás en los centros de detención, además de un alemán que opinaba desde
la perspectiva de alguien externo a este momento de la historia. También había
algunos niños y jóvenes de entre 5 a 25 años; me sorprendía que los guías
continuaran con un relato sumamente sangriento y casi sin filtro alguno,
algunos de los niños más pequeños se les veía muy impactados y acongojados,
donde se entremezclaban maltratos, violaciones y torturas sufridas por los ex
detenidos.
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La conversación llegó hasta el punto
de la reflexión en torno a la memoria y el patrimonio, donde destacaban lo muy
importante que era que las generaciones más jóvenes entendieran de lo sucedido
en este recinto y que, incluso, dio cabida para una crítica colectiva al
sistema neoliberal que hace que los más jóvenes crezcan en un mundo lleno de
“frivolidades” y no de historia, según ellos, “su historia negra” que es
imperativo legitimar.
Este grupo fue cambiando conforme
avanzamos, yéndose algunos y llegando otros nuevos. En el camarín 3, el otro
guía también se explayó mucho más que en la anterior visita, incluso, se tomó
la libertad de fumar mientras relataba el mismo discurso, pero profundizado,
también recibiendo muchas más preguntas de parte de los visitantes. Terminamos
el recorrido de distinta forma, pues, ya no quedaba más tiempo (15:00), por lo
que el guía condujo al grupo a lo último que quedaba por visitar y que tenía
que ver con el sitio de memoria, que no había alcanzado a ver en el recorrido
anterior: el camarín de la piscina, donde tenían prisioneras a las mujeres,
dando cuenta de las condiciones en que estaban encerradas y de la violencia
física y sexual que ejercían sobre ellas los militares.
Por último, se terminó el recorrido de
una forma más amena que el anterior, con los guías pidiendo comentarios acerca
de la visita y aclarando los alcances de su organización, remarcando el nulo
apoyo estatal o privado a su iniciativa de rescate de la memoria.
Conclusiones
Tanto la visita en este Día del
Patrimonio al Estadio Nacional, como el análisis propuesto, han podido
esclarecer algunas características de este patrimonio contingente y político
que aflora en los sitios de memoria a violaciones a los Derechos Humanos. Así
pues, vemos cómo la intención Estatal de vincularse con los patrimonios locales
ha devenido en una dominación ‘silenciosa’ a través la institucionalización de
dicho patrimonio, lo que le implica control y vigilancia, especialmente, sobre
los discursos más críticos que se tengan sobre la labor del Estado, en este
caso, en la solución de los casos de detenidos desparecidos por los órganos
represivos de la Dictadura.
Bajo esa presión del Estado en la
exaltación de todo patrimonio, los discursos críticos se condensan para dar
paso a una memoria que se vive más como una conmemoración del pasado que como
una actividad del presente que es capaz de generar transformaciones entre los
que gestaron esta activación patrimonial. Como el Estado ve estas activaciones
como parte del pasado, se desliga de responsabilidades en el presente con los
afectados, al menos, ante un público masivo que ve con buenos ojos cualquier
acción que haga el Estado para promover la reproducción y conservación del
patrimonio cultural. Entonces, la tarea concientizadora queda en manos de los
gestores culturales de estos patrimonios, quiénes solo a espaldas del Estado
pueden transmitir con profundidad su mensaje político.
Ciertamente, el patrimonio crítico con
el Estado se vuelve incómodo cuando es el mismo Estado es el que lo promueve,
entrando en la misma clasificación patrimonial que todos los otros espacios o
prácticas que no tienen una particular confrontación con el poder. Este es un
indicador de la estrategia que dice que la mejor forma que tiene el poder
hegemónico para desmovilizar a una sociedad es unirse a ella en sus demandas,
pues así no se entra en el espacio de la negociación sino que solo se acatan
ciertos aspectos esta y se modifican a conveniencia propia. Por lo tanto, lo
que se desplazó en realidad en este Día del Patrimonio institucional, fue nada
más que la capacidad de agencia de los actores que gestaron esta activación
patrimonial, cayendo en manos del Estado su legitimación y gestión macro de los
significados y valores asociados a estos lugares.
Afortunadamente, como podemos ver en
el Estadio Nacional, el discurso crítico original de este espacio, afloró poco
a poco conforme la presencia estatal menguaba y aprovechó a los últimos
visitantes para darles de lleno con el dolor de sus memorias, que estaban a
punto de ahogarse en este Día del Patrimonio, pero que rápidamente se desliga
de él para situarse esta vez en el lado contrario al poder.
[1] Ver Prats (2004) “El futuro de las activaciones patrimoniales“. En Antropología
y patrimonio. Ariel. Página 75.
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